El pasado 8 de diciembre pude ver 犬王 "inu-oh" en el 28 Salón del Manga Barcelona. Me pareció estupenda. Muchos han dicho ya que es una joya. Una película imprescindible. Y la volveré a ver si la ponen en más cines o la compraré en bluray, seguramente.
Sin embargo esperaba que la película tuviera algo extra, más allá de mis propias expectativas(que eran altas) habiendo visto ya algunas escenas en los últimos dos años, conociendo ya el contexto de los personajes creados con ayuda de Taiyō "Tekkonkinkreet" Matsumoto, y visto un poco del comienzo y habiéndonos contado muchos detalles con antelación que no se aclaran totalmente en la película, de manos de su creador de forma online en los dos últimos festivales de Annecy.
La película es una mezcla clara de esos estilos que casan muy bien del Masaaki de Mind Game o "Yoake tsugeru Lū no Uta"(Lū over the wall) y el Tekkonkinkreet "minotáurico" de Taiyō.
El argumento es suficientemente ecléctico para meterlo en el campo de lo comercial. No es tan "inclasificable" como lo pintan algunos de sus críticos que recomiendan la película.
Hay una historia suficientemente compleja para mantener el interés.
Esperaba quizás un argumento con más suspense o giros de guión, algo que vendiera la película por sí sola, sin que nadie sintiera la necesidad de explicarla o recomendarla. Es decir, que sean los propios recomendadores, muchos de ellos, los que sintieran la imperiosa necesidad de VOLVER a verla.
Pero a falta de ese aparentemente innecesario elemento para el artista de que su cine sea más "comercial", habrá que esforzarse un poco más en contar por qué me gusta tanto Inu-Oh.
Masaaki es un genio indiscutible de la animación. No busca el preciosismo de Makoto Shinkai, ni las emociones realistas de Mamoru Hosoda; sino dar vida a los dibujos con los elementos básicos y transmitir emociones diversas y originales a través de una historia. Es un "cuenta historias" o story-teller profesional.
Taiyō Matsumoto por su parte tiene estilos de dibujo que adapta a cada obra aunque puede reconocerse su toque en todas ellas.
La historia se basa en el libro de Hideo Furukawa, Heike Monogatari, capítulo de Inu-oh.
La película nos traslada a la época del siglo XIV, más de 600 años atrás, en que monjes ciegos tocaban el biwa cantando canciones de las gestas de la batalla de Dan-no-Ura(s. XII). Esto no se explica en la película con claridad pero, en esa batalla puede verse que un bando usaba banderas blancas y los otros rojas. Hoy día ambos colores forman la bandera de Japón. Esta historia parece transmitir cómo se alcanza esa fusión.
Hace más de 600 años, en la era de Yoshimitsu, no vivíamos ni tú, ni yo, ni Masaaki Yuasa; Por eso todos podemos imaginar, fantasear y reir con pequeñas locas ideas que podrían haber sucedido en aquel entonces.
Como qué pasa si uno de estos aprendices de monje ciegos decide juntarse con un ser deforme que nació así por un hecho probablemente relacionado con los restos hundidos de la batalla de Dan-no-ura, rescatados; igual que otro de estos objetos fue la razón por la que el joven Tomona quedó ciego como los monjes que tocan el biwa y esto ayudase a que coincidieran ambos. El ser deforme, autoproclamado Rey perro (inu-oh) que canta y baila y Tomona, el músico ciego de biwa. Creando un grupo que logra tanta fama en la época que eclipsa todo lo demás, como tuvieran en su momento los Beatles o los Queen. Masaaki al parecer es fan de Queen. Y eso se deja notar en esta película.
Esa fama crea algunas envidias y descontento entre los amantes del orden, la jerarquía y algunos ávidos de mayor protagonismo.
Una de las partes que más me impresiona es el nivel artístico con que representan en ocasiones el punto de vista de Tomona, que quedó ciego en su infancia. Donde sólo podemos ver aquello que hace sonido. Creo que sólo maestros de la animación de la talla de Yuasa se atreven a representar algo así. Modos diferentes de percibir un entorno. Y no dibujos casi fotográficos del mundo real desde un único punto de vista.
También me gusta el humor en personajes como el padre de Tomona cuando es invocado. Una buena película tiene que tener válvulas de escape que permitan abandonar de vez en cuando la seriedad aunque sea por pequeños momentos.
La película es un viaje visual lleno de ritmo y fuegos de artificio, con muchas "válvulas de escape". Con unos conciertos espectaculares que no te esperas en una época que, me consta, Masaaki Yuasa tuvo que documentarse muy a fondo, pese a la escasez de documentos de hace tanto tiempo, para recrearla con fidelidad.