El estudio Ghibli vuelve a funcionar con esta película de Gorō Miyazaki dirigiendo. Estrenada en España gracias al esfuerzo de Vértigo Films.
El propio padre de Gorō, Hayao Miyazaki, aparece en los créditos a cargo de la planificación.
Para los incondicionales de Hayao sin mucho interés por el estilo 3D computerizado, que quizás sean reticentes a este giro artístico del estudio, han de saber que Hayao dio su beneplácito. Es difícil de creer viendo otras de sus ácidas críticas en tiempos pasados de las que no se ha salvado ni su hijo. Pero con La colina de las Amapolas(2011), uno. Y con Ponyo(2008) a modo de disculpa/homenaje, el otro, ya se reconciliaron hace tiempo tanto padre como hijo. Y son palabras propias de Hayao que Gorō ha hecho un buen trabajo junto a su equipo de profesionales en algo que al propio Hayao, reconoce, no se le da bien.
Tras el amago de jubilarse de Hayao en 2014, que dejó hibernado el estudio y obligó a fundar el estudio Ponoc por parte de su plantilla principal de artistas de la animación, por fin en navidades de 2020 se estrenó en Japón una nueva película producida por el popular estudio Ghibli. Basada en la novela de Diana Wynne Jones "Earwig and the witch". Novelista también conocida por ser autora de la novela en que se basa El castillo ambulante que adaptó Hayao con el arte y salsa que caracteriza a Ghibli.
En esta subida al carro a lo "Pixar", por las nuevas tecnologías en imagen y animación del tradicional estudio Ghibli, tenemos a un Gorō que se le ve resuelto con una historia de pocos escenarios y trama sencilla pero con algunos personajes algo intensos.
Tiene un toque inconcluso, aunque eso no es necesariamente malo. Explico a veces que cierta imperfección, ambigüedad y dejar al espectador completar los huecos es una parte distintiva de la estética japonesa.
Aún con todo, La colina de las Amapolas me pareció mejor película. Con un estilo más "Ghibli" aunque cualquier cosa es mejor que el malogrado intento de Gorō con Cuentos de Terramar (2006), por la que casi fue desheredado por su padre.
Pero hay que abrir hueco a lo nuevo y acostumbrarse a la animación 3D cgi que está muy bien llevada y con más de una escena espectacular, en algún paisaje al comienzo, la persecución, y usando técnicas diversas para la cabecera inicial que está realmente bien.
Me resultó chocante que la mayor parte de la acción sucede en una única ubicación. La claustrofóbica casa de una bruja y el brujo Mandrake que al no poder salir de ella recuerda una cuarentena pandémica como las que aún se viven por medio mundo.
No es una película aburrida. Es difrutable y tiene tanto detalle que invita a verse más veces. Pero no me parece tan profunda, emocionante o especialmente emotiva como a las que nos acosumbraron Hayao, Takahata o Hiromasa Yonebayashi.
Tiene quizás un toque de inexperiencia de Gorō en el campo del largometraje; Pero se le nota curtido dada ya su experiencia en el formato de series televisivas de animación. Los largometrajes requieren tal vez un mayor cuidado a la hora de dosificar información y meter un gancho que haga querer seguir viendo. Esta película tiene buena narrativa pero se espera más de Ghibli. Es inevitable. Supongo que tras 6 ó 7 años de parón hay que desoxidar la maquinaria.
Los personajes sí reconozco que están muy bien y tienen carisma. Están bien desarrollados aunque insisto en que no hay ninguna historia compleja, de excesivo drama, o un viaje de superación con grandes apuros.
La protagonista es una niña prodigio que le gusta controlar a todos a su antojo y debe adaptarse a las peores circunstancias. Le gustan los libros de misterio y contar historias grotescas; muy grotescas. El resto de historias, orígenes y metas de los demás no se entra apenas en detalle y se queda en misterio.
Supongo que un libro para niños de seis a once años no es todo lo profundo que aficionados del anime japonés de más de cuarenta, ya vacunados del covid, esperabamos. Pero tampoco me ha decepcionado. No esperaba mucho más de lo que ofrece y le doy un notable. Y fue un placer volver a ir a una sala de cine tras más de un año sin poner el pie en una.
Es una película de 82 minutos aunque a finales de abril en Japón se ha re-estrenado una edición del director con más metraje. Que también querría ver. Hay ciertos guiños que están repartidos por toda la película como el Citroen dos caballos amarillo igual que el que sale en Lupin III. Que aparece en más de una ocasión como si Gorō estuviera diciéndole a su padre - Mira, Hayao. Te miro y respeto los icónos de tu carrera.
La pude ver en un cine en versión original en japonés con subtítulos en castellano. Resultaba confuso a veces. Al mezclar texto en inglés, oirse en japonés otra cosa y en los subtítuos otra más al cambiar a la niña protagonista su nombre de insecto que hace alusión a sus coletas puntiagudas, Earwig, re-bautizandola como Erica en los subtítulos en español como en el libro y la versión en inglés de la película. Mientras que estos dos nombres en japonés se cambian por Ayatsuru y Āya-chan. Resultaba un poco lioso.
Earwig es también el nombre en la historia del grupo musical de la madre de Erica, o Āya-chan (según el idioma), y en este aspecto destaca con partituras que suenan de vez en cuando de música ligera, baladas y rock de un grupo que toca embrujadamente bien.
La música de apertura es una verdadera maravilla con un toque electro-setentero muy molón y acompañado con una intro muy visual acorde al sonido, compuesto por un veterano músico, teclista, arreglista y compositor, Satoshi Takebe, que ha trabajado para otros músicos japoneses y también anteriormente con Gorō en la película de 2011 La colina de las amapolas 『コクリコ坂から』。